Muchas veces me cuestioné, si soy yo el problema o lo era él. Su amor, no era más que una vuelta en calesita de la cual se bajó y me dejó a mi, arriba, mareada deseando bajarme con el.
Al verle irse con sus manos en los bolsillos silbando el aleluya, comprendí que debía de ingeniármelas para bajar sola y no solo eso, resignarme a vivir sin el. El viaje me costó caro, me dejo sin ganas de vivir y a él con muchas ganas de seguir adelante con su mísera vida.
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